La inteligencia no se hereda… ¡se
cultiva!
La inteligencia no se hereda… ¡se cultiva! (Foto y articulo revistanueva/VANGUARDIALIBERAL
Para Fernando Alberca, responsable del
exitoso libro Todos los niños pueden ser Einstein, la inteligencia es una cualidad
moldeada a lo largo de la vida y tiene que ver, en buena medida, con las
decisiones tomadas por los padres en los primeros años.
Aquí, los errores más comunes cuando educamos
y recomendaciones para incentivar el potencial de nuestros hijos.
El
aprendizaje es uno de los procesos más determinantes en la vida de
los humanos y muchos fundamentan su éxito en el coeficiente intelectual determinado
por los genes.
Pero
aunque es cierto que la inteligencia es una facultad genética, en realidad su desarrollo
es la consecuencia del aprendizaje, no viceversa.
Si
pensamos en los términos del escritor español Fernando Alberca, la
inteligencia es la capacidad de describir y resolver problemas; es decir,
no radica en la cantidad de cosas que sabemos hacer, sino en cómo es nuestro
comportamiento cuando no sabemos hacerlas.
Por
eso, según su libro Todos los niños
pueden ser Einstein (Editorial ),
aunque es un potencial genético, el coeficiente intelectual se adquiere
en función
·
“del ambiente y de la voluntad del sujeto”.
De allí que sea tan importante la
función familiar en los primeros años de vida, y la de los profesores en una
etapa posterior.
Porque son ellos los encargados de
dotar al niño de las herramientas que lo acompañarán en su recorrido social, y
de eso dependerá que pueda ser menos o más inteligente para resolver las
situaciones de la vida
¡Usar
los dos hemisferios!
Nuestra
esfera sociocultural está especialmente guiada por las funciones del hemisferio
izquierdo (estimulado por la parte derecha del cuerpo).
Y en parte por eso, la afición desarrollada hacia la
ciencia, el cálculo
matemático y el pensamiento lógico, han opacado facultades no menos importantes
del hemisferio derecho (estimulado por la parte izquierda), como la
imaginación, la creatividad, la orientación y la intuición.
Pero lo cierto es que el éxito en este siglo,
radica en la conjunción de los dos.
Aunque a eso de los siete años el niño
define su predominancia cerebral, es importante
motivarlo a entrenar el lado relegado.
Por ejemplo, si se inclina demasiado hacia las
artes y proyectos creativos, será muy útil inculcarle hábitos como resolver
sudokus. Y en el caso contrario, a un niño muy racional y teórico, le vendrían
bien actividades relacionadas con la música.
Actualmente, la competencia es una herramienta
muy usada en la educación (igual que en el resto de la vida),
pero a menudo sumerge a los pequeños en situaciones emocionales extremas, para
las que no suelen estar preparados.
La motivación, entonces, podría ser más
afectiva y efectiva, desviando la atención puesta en el ‘adversario’ hacia él
mismo. Así se optimizan también sus niveles de autoestima y seguridad.
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